La lactancia materna es una de las experiencias más significativas del vínculo entre madre e hijo o hija. No solo entrega el alimento ideal para el recién nacido, sino que también promueve el desarrollo emocional, inmunológico y neurológico desde los primeros días de vida. Sin embargo, pese a sus beneficios ampliamente comprobados, aún persisten dudas y mitos que pueden generar inseguridad en muchas madres.
La leche materna es un alimento vivo, diseñado naturalmente para adaptarse a las necesidades del bebé. Su composición varía con el tiempo, adecuándose al crecimiento y a los cambios del sistema digestivo, inmune y neurológico del lactante.
Amamantar tiene efectos positivos inmediatos y a largo plazo tanto para el bebé como para la madre. Algunos de los beneficios más destacados incluyen:
Existen muchas creencias equivocadas que se transmiten de generación en generación o circulan por redes sociales, y que pueden interferir con una lactancia tranquila y saludable. Aquí desmentimos las más comunes:
FALSO. No existe la leche “aguada” o “espesa”. La leche materna cambia durante la toma: al principio es más acuosa (para hidratar) y luego se vuelve más densa y rica en grasas (para nutrir). Cada madre produce la leche adecuada para su bebé.
FALSO. No es necesario usar cremas, frotar ni exponer al sol los pezones durante el embarazo. Estas prácticas no tienen evidencia científica y podrían incluso dañar la piel. Lo más importante para prevenir dolor o grietas es una buena técnica de acople al pecho.
FALSO. La cantidad de agua que se bebe no está directamente relacionada con la producción de leche. Durante la lactancia es normal tener más sed, pero lo esencial para mantener una buena producción es ofrecer el pecho con frecuencia y a libre demanda.
FALSO. La lactancia no debe regirse por el reloj. Un recién nacido puede necesitar entre 8 y 12 tomas al día, a veces más. Cada bebé tiene su propio ritmo. El tiempo de succión también varía: lo importante es que vacíe bien un pecho antes de ofrecer el otro.
FALSO. La mayoría de las mujeres pueden producir la leche que su bebé necesita. El 97% son fisiológicamente capaces de amamantar según la OMS. Las señales del cuerpo, el estímulo constante (succión) y la libre demanda ayudan a establecer y mantener la producción. La percepción de “poca leche” suele deberse a expectativas erróneas sobre cuánto debe comer un bebé o a señales normales de crecimiento.
Si bien casi todas las mujeres están biológicamente preparadas para producir leche, hay ciertos factores que pueden interferir en el proceso si no se manejan adecuadamente:
El uso de biberones o chupetes en etapas muy tempranas puede generar confusión en el patrón de succión, reducir la frecuencia de las tomas al pecho y disminuir la estimulación necesaria para una buena producción de leche.
La separación, ya sea por motivos médicos o logísticos, puede afectar el vínculo emocional y la producción. El contacto piel con piel, especialmente durante la primera hora de vida, es clave para iniciar y mantener la lactancia. Si no es posible amamantar directamente, se puede usar un extractor para mantener la producción y ofrecer la leche extraída.
El dolor no es normal ni inevitable. Cuando hay grietas, incomodidad o el bebé no succiona de forma efectiva, lo más recomendable es buscar apoyo profesional. Un buen acople al pecho mejora la experiencia para ambos y previene complicaciones como mastitis o baja producción.
Sí. Prácticamente todas las mujeres que han tenido un parto, ya sea vaginal o por cesárea, pueden producir leche. La clave está en la información, el apoyo emocional, la confianza en el cuerpo y el acompañamiento profesional en caso de dudas o dificultades.
Solo en casos muy excepcionales, como ciertas condiciones médicas poco frecuentes (hipoplasia mamaria severa, intervenciones quirúrgicas complejas o algunas enfermedades hormonales), puede verse comprometida la producción láctea. Aun así, en muchos de esos casos es posible hacer lactancia mixta o usar estrategias para estimular la producción.
La lactancia materna es un proceso natural, pero no siempre es intuitivo. Se aprende, se adapta, se ajusta a cada madre y cada bebé. Si estás en esta etapa, recuerda que no estás sola: contar con una red de apoyo, buscar información veraz y confiar en tu capacidad de amamantar puede marcar una gran diferencia, por eso las matronas de Maternify están actualizadas y se basan siempre en la evidencia científica.
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