May 20, 2025

Composición de la leche materna: nutrientes, fases y evolución

Posparto

Ningún día con tu recién nacido es igual al anterior… y lo mismo ocurre con tu leche materna. Este alimento evoluciona constantemente para adaptarse a las necesidades de tu bebé, desde las primeras gotas de calostro hasta la leche madura que lo alimentará durante meses (¡o incluso años!).

El inicio: subida de la leche y primeros cambios

Tras el parto, con la expulsión de la placenta, los niveles de progesterona en tu cuerpo caen rápidamente. Este cambio hormonal desencadena un aumento en la producción de leche. Tus pechos pueden crecer más de lo que imaginaste y comenzarás a notar cómo se transforman: es el inicio de una fase de ajuste en la que tu cuerpo aprende a producir justo lo que tu bebé necesita.

Durante la primera semana, las células productoras de leche y sus conexiones internas se reorganizan para adaptarse a la lactancia. Poco después, comienza una nueva etapa: la leche de transición.

Fases de la leche materna: calostro, leche de transición y leche madura

La leche materna no es estática. Se mueve en tres fases principales que, más que tipos separados, representan una evolución:

  • Calostro: El "oro líquido" que se produce en pequeñas cantidades desde el embarazo y los primeros días tras el parto. Rico en anticuerpos, ideal para proteger al recién nacido.
  • Leche de transición: Surge entre el día 3 y las dos semanas después del nacimiento. Es un puente entre el calostro y la leche madura, con cambios constantes para acompañar el desarrollo de tu bebé.
  • Leche madura: Aparece hacia el final del primer mes y se mantiene como la base nutricional del bebé durante el resto de la lactancia.

Aunque sus componentes básicos se mantienen, sus proporciones cambian día a día. Esta evolución responde a las necesidades del crecimiento, inmunidad y digestión del bebé.

¿Qué caracteriza a la leche de transición?

Durante esta etapa, la leche comienza a aumentar significativamente en volumen —hasta 600 o 700 ml por día— para responder al apetito creciente del bebé. También cambian sus nutrientes clave:

  • Grasa y lactosa: Aumentan para aportar más energía. La lactosa, en particular, crece de forma brusca a los pocos días del nacimiento.
  • Ácidos grasos C10 y C12: Comienzan a aparecer, brindando energía rápida y beneficios antivíricos.
  • Sal: Su contenido desciende a niveles muy bajos, adaptándose a las necesidades del sistema renal del bebé.

Proteínas: una mezcla perfecta para el desarrollo

La leche materna contiene dos tipos principales de proteínas:

  • Suero de leche: Líquido, fácil de digerir, con muchos anticuerpos. Predomina en el calostro y va disminuyendo con el tiempo.
  • Caseína: Forma una cuajada en el estómago que ayuda a que el bebé se sienta saciado y tiene propiedades antimicrobianas.

A medida que el sistema digestivo del bebé madura, la proporción pasa de 90:10 (suero/caseína) en el calostro a 60:40 al mes de vida. Este equilibrio es específico para la especie humana, ya que nuestros bebés crecen lentamente pero con un desarrollo cerebral intenso.

Por eso, la leche materna humana no se parece a la de otros animales. Por ejemplo, la leche de vaca tiene proporciones opuestas (20:80), lo que la hace inadecuada para bebés menores de un año.

Cambios en la protección inmunológica

Aunque tu bebé sigue siendo muy pequeño, en estas primeras semanas ya comienza a desarrollar su propio sistema inmune. Por eso, la concentración de algunas sustancias protectoras en la leche se ajusta:

  • Lactoferrina y sIgA (anticuerpos): Disminuyen ligeramente.
  • Lisozima (una enzima que combate bacterias): Aumenta.

También se reducen los minerales como el cinc, cobre y manganeso, ya que el cuerpo del bebé empieza a generar sus propias defensas.

¿Cuándo alcanza la leche su madurez total?

Alrededor del final del primer mes de vida, la composición de tu leche se estabiliza. Este será el alimento ideal para tu bebé a lo largo de toda su lactancia, sin importar si dura unos meses, un año o más.

Aun así, la leche materna sigue adaptándose en respuesta a infecciones, necesidades nutricionales, y hasta a la hora del día. Es una muestra maravillosa de cómo el cuerpo humano está diseñado para nutrir, proteger y acompañar.

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