June 9, 2025

Tratamiento de la anquiloglosia: lo que debes saber si tu bebé tiene frenillo corto

Bebé

Desde hace algo más de una década, el frenillo lingual corto, también conocido como anquiloglosia, ha cobrado protagonismo en el mundo de la maternidad, especialmente en relación con la lactancia. Muchas familias se preguntan: ¿es una moda?, ¿por qué ahora parece que todos los bebés tienen frenillo?, ¿hay que intervenir siempre?, ¿qué consecuencias puede tener?

En este artículo aclaramos estas dudas, explicamos en qué consiste este diagnóstico, cómo se detecta y qué impacto real puede tener sobre la lactancia materna, la lactancia artificial y el desarrollo a futuro del bebé.

¿Qué es el frenillo lingual corto o anquiloglosia?

La anquiloglosia se define como una limitación en el movimiento de la lengua provocada por un frenillo lingual anormalmente corto, grueso o rígido. Esto impide que la lengua se mueva con libertad, lo que puede interferir en funciones básicas como mamar, tragar, respirar y hablar.

Aunque todos nacemos con un frenillo, lo ideal es que esté insertado lo suficientemente atrás en la lengua como para no limitar sus movimientos. Cuando esto no ocurre, el bebé puede tener dificultades para realizar los movimientos linguales esenciales para una lactancia eficaz y cómoda.

¿Por qué se habla tanto ahora del frenillo?

La anquiloglosia no es nueva: ya era reconocida y tratada en textos antiguos griegos, romanos o mozárabes. Sin embargo, con la irrupción de las fórmulas artificiales y la pérdida de la cultura de la lactancia materna, se dejó de prestar atención a este tipo de dificultades.

El resurgimiento del interés por la lactancia materna y su importancia para la salud del bebé ha motivado que muchas madres acudan a grupos de apoyo buscando respuestas a sus dificultades, y es entonces cuando se detectan los frenillos.

Eso sí: no todos los bebés tienen frenillo corto, ni todos los que lo tienen tendrán problemas.

¿Por qué es importante tratar el frenillo?

El frenillo lingual corto (anquiloglosia) puede tener un impacto significativo en la alimentación y el bienestar del bebé, tanto si se alimenta con pecho como con biberón. No se trata solo de digestión, sino de cómo el bebé utiliza su lengua para realizar funciones esenciales como succionar, tragar y respirar de forma coordinada.

En la lactancia materna, un frenillo no tratado puede causar:

  • Dolor al amamantar (grietas, isquemias, infecciones).
  • Tomas eternas sin que el bebé gane peso suficiente.
  • Mastitis de repetición.
  • Bebés irritables que no sueltan el pecho por no lograr alimentarse bien.
  • Producción de leche insuficiente o, en algunos casos, excesiva (hipogalactia o hipergalactia).
  • Situaciones en las que el bebé parece mamar “bien”, pero no hay aumento de peso, lo que puede hacer que la madre dude de su leche, cuando en realidad el problema está en la funcionalidad de la lengua.

En la lactancia artificial, también pueden observarse dificultades similares:

  • Dificultad para agarrar bien la tetina.
  • Tiempos de alimentación muy largos o ineficientes.
  • Deglución ruidosa o con esfuerzo (chasquidos, tos, atragantamientos).

Independientemente del tipo de lactancia, un frenillo que limita el movimiento lingual puede provocar:

  • Gases, cólicos, regurgitación o vómitos frecuentes por una succión desorganizada.
  • Respiración bucal.
  • Paladar estrecho u ojival.
  • Alteraciones en el desarrollo de la mandíbula y el maxilar.
  • Mayor riesgo de problemas del habla o del sueño más adelante.

En definitiva, el problema no es la leche ni la técnica, sino que el bebé no puede usar la lengua como necesita. Detectarlo y abordarlo a tiempo mejora no solo la alimentación, sino también el desarrollo global y la calidad de vida del bebé.

¿Cómo saber si mi bebé tiene anquiloglosia?

La valoración debe ser funcional: más allá de mirar, hay que observar cómo se mueve la lengua.

Se consideran signos de posible frenillo:

  • Dificultad para elevar la lengua.
  • Lengua en forma de corazón al llorar.
  • Paladar estrecho (ojival).
  • Callos en el labio o la lengua.
  • Retrognatia (mandíbula inferior muy retraída).
  • Ruidos durante la succión (chasquidos).
  • Imposibilidad de sacar la lengua por fuera de los labios.

Una herramienta muy útil es la escala de evaluación de Hazelbaker, que mide tanto la apariencia como la funcionalidad. Si los valores están por debajo de ciertos umbrales, puede ser recomendable una intervención.

Clasificación de los tipos de frenillo

Se reconocen cuatro tipos:

  • Tipo 1 (anterior visible): inserción en la punta de la lengua, visible al llorar.
  • Tipo 2 (anterior menos evidente): más atrás, pero aún visible.
  • Tipo 3 (posterior visible): membrana visible pero con anclaje submucoso.
  • Tipo 4 (posterior oculto): no visible, pero restringe la movilidad seriamente.

La clasificación no determina por sí sola la gravedad: hay bebés con frenillo tipo 1 que maman sin problema, y otros con tipo 4 que tienen muchas dificultades. Por eso siempre debe valorarse en el contexto de la funcionalidad.

¿Siempre hay que cortar el frenillo?

No necesariamente. Antes de considerar una frenotomía (el procedimiento para seccionar el frenillo), se deben revisar:

  • El agarre y la postura del bebé al pecho.
  • Si hay dolor persistente o escasa ganancia de peso.
  • Apoyarse en una matrona.
  • Probar cambios de postura, fisioterapia, técnicas de succión, ejercicios linguales.

En algunos casos, el crecimiento natural de la boca del bebé mejora la situación. Pero si tras hacer ajustes persisten las dificultades, se puede valorar una frenotomía. Este procedimiento suele ser rápido, ambulatorio y seguro, pero debe ir seguido de ejercicios para evitar la reanudación del anclaje.

¿Qué otras consecuencias puede tener la anquiloglosia?

A medio y largo plazo, un frenillo no tratado puede influir en:

  • Desarrollo de una mala oclusión dental.
  • Problemas respiratorios (ronquidos, apneas, otitis).
  • Dislalias o dificultades del habla (especialmente con sonidos como /r/, /l/, /t/…).
  • Limitaciones sociales y funcionales (no poder sacar la lengua, lamer, besar con lengua…).

Lo que debes tener en cuenta

El frenillo lingual corto no siempre requiere intervención, pero tampoco debe ignorarse si hay dificultades. Afecta a bebés amamantados y también a los alimentados con biberón, y su impacto va mucho más allá de la digestión.

Detectarlo a tiempo y actuar con acompañamiento profesional puede marcar la diferencia entre una lactancia frustrante o una experiencia exitosa, y entre un desarrollo oral limitado o funcional.

En Maternify contamos con un equipo multidisciplinar especializado que puede ayudarte con la valoración del frenillo de tu bebé. Si tienes dudas, molestias al amamantar o notas que algo no va bien, estamos aquí para acompañarte, valorar de forma funcional la situación y ofrecerte la mejor atención posible.

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